SIEMPRE SALE CARA

SIEMPRE SALE CARA
Confía en tí. siempre sale cara.

sábado, 27 de julio de 2013

Antes de que el cielo se hiciese pedazos en forma de lluvia violenta contra la ventana de su cuarto, sentados en su cama le miré una vez más a los ojos.
Coloqué mi mano en su muslo desnudo, respiré profundo y noté nervios en mi estómago. Pensé en que quizá las mariposas que un día revoloteaban felices jugando entre ellas, hoy se odiaban a muerte y se arrancaban las alas para volver a ser simples bichos más.

Hice una simple pregunta cómo si eso pudiese a salvarnos.

    — ¿Qué tiene ella que no tenga yo? -Le dije porque no se me ocurrió otro suicidio mas facil. Esperé un silencio, o más bien un silencio en forma de beso y un 'nada' tan bajito que resultase imposible no tatuárselo en la piel o morirse por protegerlo. Seguido de un abrazo triste que nos haría sonreír a ambos a cada lado de aquél nudo de brazos, después el cielo se reconstruía, y nunca nadie volvería a descubrir mis ruinas empapadas por la lluvia. Realmente necesitaba cualquier otra respuesta que no fuese...
    -Estoy completa y enteramente enamorado de ella y de su sonrisa.
    -Las palabras que salían de aquella boca que un día me salvó la vida, hoy me estaban haciendo trozos el corazón. Recuerdo que una vez le dije que se lo regalaba, y por lo visto parecía no importarle mucho romper algo que también era suyo-.
    -Hice lo posible por no derrumbarme, aguanté la rabia apretando fuerte el puño, mordiéndome el labio inferior, intentando controlar el tembleque de mi pierna, pero nada. Eché a llorar de la peor forma que recuerdo, sin sonido alguno, lágrimas que salían desde dentro hacia ninguna parte, y me maldije una vez mas por haberme enamorado tantísimo de el-.
    Élla quiere vivir , y encima quiere hacerlo conmigo, de mi mano a cualquier otra parte que no sea el desastre, tú no conoces otros caminos. Entiéndeme.

Antes de que terminara la última palabra me levanté y me fui. Tuve la misma sensación que tiene alguien que ve llegar a su equipo a la final y pierde en los últimos minutos de una forma injusta.

Atravese el comedor, un pasillo tan pequeño se me hizo eterno, cerré la puerta y no escuché ningún sonido, baje las escaleras y al llegar al portal recordé todos los besos que nos habíamos dado en ése mismo lugar, los primeros siempre a escondidas de no sé quién, los últimos siempre a desgana de nosotros mismos.
Volví a casa con la lluvia de las nubes y haciendo juego con la de mis ojos. Recuerdo ver pasar a mucha gente sin rostro compartiendo paraguas o corriendo a toda prisa para no mojarse, a mí me daba igual, crucé dos semáforos en rojo, pero ya sería mala suerte que te atropellasen dos veces el corazon el mismo día.

Me senté en el banco de un parque cualquiera e imaginé que estábamos sentados en su cama y yo le miraba por última vez a los ojos, colocaba mi mano en su muslo desnudo y nos besábamos tanto que pasaban tres veces todas las estaciones tras la ventana, aquélla de quien me hablaba nunca había existido y yo jamás escribiría nada parecido a ésto. Y aunque el cielo igualmente se hiciese pedazos en forma de lluvia violenta contra la ventana de su cuarto, lo hacía para ponerle un olor especial a nuestro sexo y no un dolor familiar a nuestro vacío.